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EL ORIGEN DE MIS ESCRITOS

¡Vaya! No visitaba este blog desde 2018. Deseo retomar el ejercicio de escribir en blog nuevamente aunque ya no sea tan impactante usar este medio. El blog me permite revisitarlo con el pasar del tiempo y ver por donde andaba mi creatividad. Me permite además, escribir por escribir sin una idea clara de lo que ando buscando. Voy escribiendo lo que va llegando a mi pensamiento y que anda guardado en la gaveta de mis recuerdos. 
Hoy, mientras fregaba pensaba en si yo era capaz de recordar en qué momento me enamoré de las palabras. Con 65 años a mis espaldas me costó un poco. 
 - Fue cuando descubrí la biblioteca de pared a pared que tenía mi vecina o eso pensaba yo en mi memoria más remota. 
De cuando en cuando, saltaba la verja que dividía nuestras casas, allá en la urbanización de clase obrera en la que me crié en Río Piedras, para visitarla. Era algo mayor que mi mamá. Su única hija iba a la escuela secundaria cuando yo apenas tendría unos seis años. No recuerdo en que momento me llevó a aquella habitación de la casa y sólo recuerdo el montón de libros y un escritorio en madera sólida, hermosa, que se ocultaba bajo una puerta tipo acordeón. Cuando ella abrió la puerta vi aquellos libros que me cautivaron. Fue mi primer encuentro cercano con los cuentos infantiles y las imágenes me cautivaron. ¡Que colores! No había visto eso.
- No. No fue en aquellas visitas. Ya yo sabía leer cuando encontré aquellos libros distintos que estaban escritos en otro lenguaje que no se parecía al que yo era capaz de leer. Luego supe que estaban escritos en inglés. 
Aquellas imágenes eran muy diferentes a las que aparecían en aquellas hojas de  papel de "a yarda" que llegaban cada tarde a mi casa. Aparecían en blanco y negro con un fondo grisáceo y apenas se colaban unas pocas entre tanta letrita diminuta que traían. Luego supe que "la yarda" era el periódico vespertino El Mundo, al cual mi padre estaba suscrito. 
 - Espérate. ¡Eso! Mi primer encuentro con las palabras fue mirando el periódico. 
Me sentaba al lado de mi madre cuando lo recibía. Ella lo hojeaba. Yo mostré interés en las imágenes de las tirillas cómicas. Las letras eran algo más grandes, separadas y breves. Mi madre se percató de mi interés y me las leía. Así descubrí a Pepita y Lorenzo; Educando a Papá y a Dick Tracy -que no me llamaba tanto la atención- aunque me parecía asombroso que hablaba por el reloj de mano que usaba. 
Es lo más que logro recordar. Tendría yo, ¿Qué? ¿4 años? 
Posteriormente, aquellas tirillas empezaron a llegar los sábados en la tarde, creo que en unas hojas más pequeñas y a colores. 
Enloquecí. 
Yo quería saber qué decían aquellos personajes. 
 Guardaba aquellas hojas y luego, en algún momento, me sentaba con mi mamá para que me las leyera hasta que ya no hizo falta. Empecé a entender lo que decían, descifrando imagen y palabras. 
 Así aprendí a leer. 
La palabra me cautivó y ya jamás me soltó.

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